Para gustos, colores. Por eso, a la hora de valorar la imagen de un político es conveniente regirnos por la coherencia que transmite su estilismo y no por nuestros caprichos indumentarios. Sin embargo, la revista Vanity Fair prefiere jugar al «quién es el que más pasta se gasta» para enumerar a los poderosos que, según la publicación, mejor visten. En mi humilde opinión, este sistema de elección lleva al error y lo demuestra el hecho de que en la lista se incluya el nombre de Luis de Guindos. Los motivos que aporta la revista para destacar al ministro de economía es que tiene un estilo «de buena familia madrileña» y su tiempo lo marcan las agujas de un Rólex, un Panarci, un Cartier o un Jaeger Le Couture. Dentro del panorama nacional, también entra el presidente de la Xunta. Y aunque Alberto Núñez Feijóo, en comparación con la bancada de políticos actuales, es salvable; lo cierto es que en su segunda legislatura se ha descuidado bastante.
Fuera de nuestras fronteras, Julian Assange sale favorecido por su premeditado aspecto colegial y el primer ministro de los Países Bajos, Mark Rutte, por el uso del azul en todos sus accesorios. Contar con el mismo sastre que el agente 007, David Craig, es motivo suficiente para que David Cameron también tenga un puesto de honor en Vanity Fair -pese a que la misma publicación nos recuerda que en un encuentro con Barack Obama causó polémica el hecho de que el primer ministro llevara unos viejos y raídos zapatos. Obviamente, la lista incluye al presidente estadounidense aunque sin demasiado entusiasmo. Y ya para rematar y dejarme helada, hasta el mejicano Peña Nieto les parece un galán (a mi también, pero de telenovela). Lo dicho, para gustos, colores.