La pugna por hacerse con el liderazgo de la candidatura republicana a las elecciones estadounidenses del próximo noviembre está dejando anécdotas de lo más divertidas. Entre ellas, la popularidad generada por un chaleco de algodón de pico. Ha sido el ultraconservador Rick Santorum quien se ha dado cuenta antes que nadie de la poderosa arma electoral que significa lucir la prenda. Por casualidad, pero también como elemento diferenciador dentro de un grupo de adversarios millonarios y perfectamente trajeados, Santorum lo empezó a vestir en azul marino. Como solo disponía de dos cambios y viendo el exitoso resultado, los asesores aprovecharon la tirada y compraron decenas (también en gris y beige) en una web que los vendía a 25 euros cada uno – aunque él sigue comprando su ropa en una lujosa boutique de Nueva York.
De ahí, las redes sociales ya disponen de grupos dedicados a Fearricksvest (Temer al cahelco de Rick). Incluso, la campaña de Santorum se está financiando gracias a los chalecos: con una donación de igual o superior a 100 dólares, te envían a casa uno de los modelos (100% algodón) con las iniciales del candidato bordadas en el pecho. Con dicha medida se han recaudado nada más y nada menos que 100.000 dólares. Animado, Santorum ya ha anunciado que está diseñando un nuevo modelo: «será en color naranja y especialmente ideado para cazadores con una inscripción a favor del derecho de llevar armas». La estrategia estético-política está tan bien definida que incluso cuentan con un motivo de peso para no sacarse el chaleco ni para dormir: «Las mangas me ralentizan».
Casualidad o no, el sábado pasado pudimos ver a Javier Arenas, candidato popular a la presidencia de la Junta de Andalucía, con un chaleco rojo muy Zipi y Zape. O quizá, su inspiración, aunque más folclórica, era ya Rick Santorum.