Sentencié hace unos días en una acalorada discusión que una de las pocas que se podía salvar de este gobierno es Soraya Saénz de Santamaría porque, por lo menos, ella daba la cara. Claro, que ayer, con el primer plano de su careto en mi televisión me replantée hasta qué punto es necesario ver ciertas estampas de nuestro gobernantes. Aunque hace unos meses se podía llegar a elogiar la buena elección de maquillaje y peluquería de la vicepresidenta, ahora ya no. Dirán los de siempre que Santamaría tiene recortes más importantes que hacer, pero sanear las puntas de vez en cuando no es que robe mucho tiempo. Despeinada, agotada y abandonada no se debe ordenar nada. Un poquito de respeto, por favor.
Yo no sé cómo puedes ser mamá, vicepresidenta de un país, esposa y demás cosas que será esta mujer y no morir en el intento, la verdad. No es por defenderla pero es que me parece demasiado… Estar impecable en sus circunstancias es harto difícil. A mi ya me cuesta y tengo 0,1% de sus responsabilidades, ¡por suerte! Eso sí, deberían recurrir a ayuda externa y no intentar ser súper-humanas. ¡Besos Patry! Gracias por entretenernos y «enseñarnos».