He estado revisando fotografías de la vicepresidenta del gobierno y no he encontrado ninguna en la que aparezca con las uñas pintadas o, por lo menos, no con una laca de color apreciable. Sin embargo ayer, para dar cuenta de las medidas aprobadas para reformar la administración, se tiñó las garras -convenientemente afiladas- de rojo pasión. Eso sí, tuvo el detalle de prescindir del reloj lila, que no se ha quitado desde hace un año, y sustituirlo por uno más clásico en tonos marrones y dorados. Todo para dar prioridad a la manicura.
Con ese tono de laca, parece que se come las uñas. Y no me extrañaría tal como están las cosas en este país.