La pugna bipartidista entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba para alcanzar la presidencia del gobierno el próximo 20-N está a la vuelta de la esquina. Decenas de profesionales trabajan a destajo para lograr que su cliente –PSOE o PP- se haga con la victoria en los próximos comicios electorales. Entre las tareas de los asesores se encuentra también que la imagen de su candidato sea correcta. Es decir, una teoría que hasta el momento se limitaba a aconsejar el traje y la corbata para el día a día y la camisa y los jeans para los mítines con los simpatizantes. Pero todo esto ya no sirve de nada. Se necesita más. Se requiere que el asesor de imagen –en España, aún poco ducho en el área de estrategias indumentarias- y el candidato asuman cuanto antes que el aspecto debe obedecer a una coherencia ideológica –credo político-, contextual –adaptado a la realidad social- y personal –gustos y manías individuales. En resumen, que la apariencia de sus respectivos líderes denote seguridad, seriedad y cercanía.
Créanme que me sorprendería que el equipo del Partido Popular comprenda, por fin y tras dos intentos fallidos previos, que su candidato no posee ninguna de las cualidades anteriormente citadas –por lo menos, en lo que a cuestiones de vestuario se refiere- y que solo se escuda tras las siglas de su partido para transmitir seguridad y seriedad. Por ello, en el caso de Rajoy es fundamental que la cercanía –“no estoy tan alejado de ti”- se refleje en su aspecto. Si la única adaptación indumentaria que el PP tiene prevista para su chico es apostar por corbatas más alegres –verde fosforito, fucsia…- y rebajar el tono de su traje –a un gris de indeterminación-, poco se logrará. Encontrar la gafa que favorezca su mirada –y su mensaje no verbal- es primordial.
Por su parte, al PSOE le sucede todo lo contrario. Mientras la formación socialista se encuentra debilitada como nunca antes tras haber sido abofeteada por la crisis económica, el hombre fuerte del gobierno es su salvavidas. Es decir, la credibilidad personal de Rubalcaba debe mantenerse alejada de la maltrecha imagen de partido. Por eso, los responsables cometerían un gran error si le propusieran al candidato, y éste aceptara, dulcificar o familiarizar su aspecto. En época de depresión, es fundamental un líder fuerte (ropaje formal que nos recuerde el cobijo de papá y mamá). Quizá, convencidos ya que “Alfredo” por vestir un tejano cualquiera –el que encontró en el fondo del armario era azul setentero- no va a conectar mejor con la juventud (miren a Tierno Galván), sus asesores han acertado al permitirle que vuelva a sentirse cómodo con su clásica vestimenta.
Una vez más, este país echará de menos la presencia de una mujer en la lucha por el poder. Pero aunque Carme Chacón en un tiempo record cumplió con creces la adaptación de su estética para participar en las primarias de su partido, de su nuevo traje masculino todavía colgaba la etiqueta de “recién llegada”. Por eso, horas después de anunciar su retirada de la carrera sucesoria, y acudir al Comité Federal, Chacón aparecía triste e incómoda con un gran pañuelo claro que le ocultaba por completo el cuello, mientras Rubalcaba sonreía feliz y relajado sin corbata y con dos de los botones de su camisa desabrochados.
La “feminidad” se buscará de nuevo en las posibles inquilinas de La Moncloa. El duelo estilístico entre Elvira Fernández y Pilar Goya, que demandarán medios de comunicación y algún que otro experto en campañas electorales, solo lo podrán frenar las mismas protagonistas. Y es aconsejable que así sea, porque después del brillantísimo papel realizado por Sonsoles Espinosa, las primeras damas en este país –excepto la reina y la princesa de Asturias- han pasado ya a mejor vida. Por su parte, la mujer política – desde sus escaños y no tanto desde una portada de revista- también aportará grandes avances al género femenino prescindiendo de la seguridad del uniforme impuesto por el hombre y demostrando que un vestido adecuado –incluso, uno de premamá para Soraya Sáenz de Santamaría- también puede gobernar el mundo.
Las próximas elecciones generales estarán nuevamente repletas de imágenes. En ellas, los candidatos aparecerán vestidos –de ropa y, quizá, con suerte, también de ideas. El elector, como en una fiesta a la que uno acude solo esperando encontrar allí compañía, buscará el amparo de aquella persona con quien estéticamente coincida. Algunos huirán de los engominados, y otros, de los descamisados. Aunque seguramente la mayoría no encontrará a nadie en el que reconocerse –votos en blanco y abstención. Además, la música puede estar tan alta –saturación de opciones- que nos impida oír siquiera su saludo –el programa electoral- y entonces, únicamente la apariencia nos guiará en tan relevante elección.
Los 2 candidatos me parecen tristes y aburridos en su indumentaria,aunque lo importante,son las ideas y los hechos.Espero que sus respectivas mujeres,pongan una nota de»glamour»,para alegrar esta » tristeza política».