Las zapatillas deportivas han traspasado su función original y se han convertido en un complemento adecuado para lucir con cualquier outfit, incluso con los estilismos más clásicos. Y aunque aún estamos lejos de que esa tendencia alcance la vida diplomática (la política siempre lleva unas décadas de retraso respecto a las realidades sociales), cada vez resulta más fácil ver a algún dirigente con este tipo de calzado en sus apariciones más informales. Hace un par de años, pocos eran los que se atrevían (a excepción de algún líder de izquierdas como Evo Morales que conjugaba traje de alpaca con bambas) pero hoy hasta las reinas se atreven a bajarse de sus altos tacones de aguja para pisar sin temor a tropezar. Una vez más el atavío se convierte en una herramienta perfecta para transmitir cercanía y renovación.
Hace unos días, los reyes se escapaban al cine y Letizia lucía jeans rotos con deportivos. Algo impensable hace unos años cuando no había forma de bajarla de un tacón de 15 cm de altura.
Aunque en el resto de su atavío nada hacía indicar que la canciller alemana se dispusiera a realizar un pequeño tramo del Camino de Santiago, Angela Merkel sí accedió a calzarse un zapato más propio para la actividad.
Y no me disgusta el modelo que escogió Mariano Rajoy este año para practicar senderismo pero no comprendo que alguien aún no sepa que con zapatilla deportiva nunca -jamás, jamás, jamás- se utiliza calcetín negro. No es tan dañino como un zapato de cordones con calcetín blanco, pero casi.
El nuevo líder de la oposición, Pedro Sánchez, también se sirve del calzado deportivo para combinar con vaqueros, una opción totalmente acertada y que destierra (por fin) al mocasín castizo y pseudoderivados.