Mi sobrina de cinco años organizó ayer en casa una fiesta de Halloween. De nada sirvió mi discurso sobre las tradiciones propias. Las calabazas, los disfraces y los caramelos americanos nos ganan una vez más la batalla patriótica. En la Casa Blanca, pero la celebración del día de los muertos era obligatoria. Michelle se disfrazó, Barack, no.
Cuando la prensa anunciaba ayer al mediodía que los Obama celebrarían una fiesta de Halloween en la Casa Blanca, me picó la curiosidad. ¿Qué disfraces escogerían el presidente y la primera dama para una noche tan especial? Doce horas después, aún no he conseguido descifrar de qué narices se vistió Michelle (¿africana tigresa?). Por su parte, Barack Obama rehusó lo de caracterizarse. Con jersey negro y pantalón gris, el presidente era un quiero y no puedo. Y es que esto de la política impide ciertas licencias como por ejemplo cambiarse de chaqueta aunque sea el día de Halloween. Aunque bueno, tampoco se permite que un político robe y últimamente este país está lleno. ¡Y esto último sí que da miedo!