Camisa nueva. La desenvuelves. Le quitas los plastiquillos y alfileres de cuello y puños. Apartas el cartón del cuerpo y te la pones tal cual. Sin planchar, sin colgarla en una percha para que oxigene. Ni siquiera te tomas la molestia de sacudirla ni de estirarla con las manos. Llegas a la radio y al finalizar la entrevista cuelgas un par de fotos en twitter. Y entonces, @politicaymoda se da cuenta de lo qué has hecho esta mañana. De que los pliegues de esa camisa aún indican perfectamente cómo estaba doblada antes de que la estrenaras. Lo sé, da rabia.
PD. La talla de la camisa sigue sin ser la que corresponde. Y ese no es el cuello. Seguimos buscando.