Todos los análisis que me llegaban por distintos canales denunciaban la supuesta cobardía en la respuesta no verbal de Javier Ortega Smith. Se sugería que el líder de Vox no había sido capaz de aguantarle la mirada a aquella mujer que desde una silla de ruedas se alzó moralmente para recriminarle tal deleznable discurso. Como si con su parlamento no hubiera buscado precisamente provocar esa reacción. Y esta descripción, que se convirtió en viral, se me antojó de lo más peligrosa: ¿cómo enfrentarse a algo que no somos capaces ni de reconocer? Porque desgraciadamente Ortega Smith no actúo como un cobarde (eso implicaría cierto nivel de empatía) pero los medidos y las redes sociales le acababan de reglar la excusa perfecta. «Me sentí agredido por esa mujer», alegó horas después. Al convertirlo en cobarde se justificó en el miedo que sintió cuando una mujer le gritó y lo amenazó con el dedo… SEGUIR LEYENDO