Letizia fue lista. Paseó por Cibeles para ver qué era eso, pero declinó la invitación de asistir a ninguno de los desfiles de El Ego de Cibeles -espacio para los diseñadores emergentes-. Según justificó Casa Real, la princesa no hubiera sabido cuál elegir -según mi opinión, evitó quedarse ciega con tremendos modelitos-. En medio del mercadillo cibelino, recibió ropa, libros, bolis y hasta el ofrecimiento de ondularse el cabello con unas conocidas tenecillas de pelo. Los regalos pa la saca -algo que no me pareció políticamente correcto- pero sobre lo de que le tocaran el pelo, Letizia dejó claro que su pelo era ultra liso y no había manera de rizarlo.
Vestida de Adolfo Domínguez -pantalón blanco campana, top asimétrico y rebeca lila-, la Princesa de Asturias pasó sin más pero El Ego de Cibeles subió hasta las alturas y ahora no habrá Dios que lo baje. Además, hoy se espera la visita de la otra princesa, la del pueblo (Léase, Belén Esteban). La duquesa de Alba, por malestar, no podrá acudir. Moda no habrá una mierda, pero la telebasura ha conquistado a la pasarela madrileña.