EEUU no se ha cansado de repetir que el viaje de la first lady, sus dos hijas y su madre a China no tenía ninguna intencionalidad política y solo buscaba reforzar lazos culturales con el gigante asiático. Quizá por ello hasta el propio presidente chino, Xi Jinping, accedió a reunirse con la esposa de Obama en un encuentro que solo estaba previsto entre primeras damas. Sin embargo, ayer, en su último día de visita, Michelle Obama dio un paso a frente y decidió almorzar en un restaurante tibetano. Obviamente, la sociedad China, responsables de la masacare tibetana y que acusa al Dalai Lama de ser un «lobo con piel de cordero separatista», ha recibido la noticia como de alta traición. Por suerte, para entonces, Michelle y las suyas ya habían volado. FREE TIBET!