Pido disculpas por cambiar hoy de temática, pero quiero que quede constancia de lo que me ocurrió ayer por la mañana con la propietaria de la Masia Cal Obac. Estaba en Cardona (Barcelona) cuando llegó mi tío (de 82 años) a casa y me comentó que cerca del puente de Malagarriga (a unos 5 km) se encontraban dos perros sueltos en mitad de la carretera. Como volvía con mi tía del hospital, no pudo detenerse a hacer nada por ellos y los demás vehículos (es una carretera que se encuentra cerca de un polígono industrial, muy frecuentada también por camiones) estaban haciendo lo imposible por esquivarlos. Cogí la chaqueta, el móvil, un trozo de pan (por si me servía para atraerlos) y me subí al coche con la esperanza de encontrarlos aún vivos. Cerca de la localización que me había indicado mi tío, advertí a un camión frenando para no malherir a los dos perros que brincaban asustados sin saber cómo salir de allí. Detuve el coche en una zona segura y cuando me vieron, huyeron hacia un camino de tierra (quien conozca la zona sabe que está toda rodeada de bosque). Fui en su búsqueda y al llegar a un riachuelo, me los encontré. Una de ellas, una perra grande de pelo blanco, se había metido en el agua mientras que la negra, creo que era una pastor alemán bastante jovencita, temblaba de miedo ante mi presencia. Las dos llevaban collar y cuando conseguí ganarme la confianza de la blanca, vi que llevaba una chapita con una inscripción: «Masia Cal Obac». Además había un teléfono, así que llamé. Comunicaba… Hice varias llamadas para averiguar donde se encontraba esa Masia pero nadie sabía orientarme. Para que la pastor alemán (que no se dejaba coger) no se fuera otra vez hacia la carretera, la única manera era reteniendo a la perra blanca. Eso, y la mala cobertura de la zona, hacían complicado que pudiera servirme del móvil para localizar la Masia y devolverlas a casa.
Gracias a Dios, apareció mi tío para echarme una mano. A través de internet, vi que la Masia era una casa rural en la que se organizaban bodas, eventos y se ofrecía un servicio de contacto con los animales y la naturaleza. Había otro teléfono fijo pero también comunicaba. Nuevamente volví a marcar el número que llevaba inscrito el animal, y después de varios intentos, una mujer cogió el teléfono. Esta fue la surrealista conversación que mantuve con ella:
-Digui?
– Hola, vostè és de la Masia Cal Obac?
-Sí.
-Miri, sóc a prop del pont de Malagarriga i m’he trobat al mig de la carretera dues gosses amb una placa que posa aquest número de telèfon. Estan molt espantades i ha anat d’un pèl que no els hi passes res…
– Però tu qui ets?
– El meu nom es Patrycia.
– I jo com sé si són els meus gossos?
– Aviam, una d’elles (la blanca) duu un collaret amb una placa que posa Masia Cal Obac i aquest número de telèfon on ara mateix estic trucant.
-Ah, llavors sí…
-Miri, no sé on queda la seva Masia… No conec massa bé aquesta zona. Com ho podem fer?
– És que jo no sé quan trigaré a venir…
– Escolti, li estic dient que les seves gosses estan mortes de por. Que nos les han atropellat de miracle i que a més, podien haver provocat un accident.
– Ai, mira. Jo és que estic treballant…
– Perdona? I què faig? Les deixo aquí i que les mati un cotxe?
– Ai, no. Però jo ara no em puc ocupar.
– Tía -y ahí me salió el carácter Centeno-, ¿tú eres gilipollas? ¡¡¡Que son tus perros!!! Eres una hija de puta y no te los mereces.
Lógicamente colgó el teléfono y yo fui amonestada por mi tío por ser «tan mal hablada aunque la tía se lo mereciera». Llamamos a la policía de Cardona. Le expliqué lo ocurrido al municipal y me pidió que los llevara a la perrera. La tarea para meterlos en mi coche fue enorme. La pastor alemán no había forma de moverla. Se cogía al suelo para que ni siquiera pudiera arrastrarla. Mientras mi tío se ocupaba de la blanca, la más mansa, yo me decidí a coger a la negra en brazos. Temblaba contra mi pecho pero en ningún momento me ladró ni mordió. La cuesta hacia el coche y los 30 kilos que debía pesar la perra eran demasiado para mis penosas fuerzas. Al final, aún no sé cómo, conseguí que la perra caminara. La metí en el coche. La blanca, para no separarse de su amiga, accedió a entrar.
Nos fuimos para Cardona. La perrera era un calabozo. Y allí a oscuras y sola había otra perrita pequeñita preciosa (abrí la verja y saltó a mis brazos) que no me quito de la cabeza (#nocompresadopta). Desolador. En fin, nos aseguramos de dejarles agua y comida. Me despedí de ellos intentando tranquilizarlos (no entienden las palabras pero os juro que descodifican mejor que nosotros las emociones).
El municipal me explicó que había contactado con la propietaria (la personaje con la que yo había hablado). Según le dijo, estaba trabajando y pasaría a recogerlos cuando fuera… Esta mañana he llamado al policía para interesarme por los animales y me ha informado de que los fue a recoger (tenía todos los documentos en regla). El final no me tranquiliza nada. Viendo la insensibilidad e irresponsabilidad que demuestra esa mujer no me ofrece ningún tipo de garantía de que esté capacitada para poder convivir con animales y, además, en su caso, al tratarse de una Casa Rural, beneficiarse de ellos. Me parece grotesco que encima alardee en su página web de «respeto a la naturaleza». Qué vergüenza…