Mi propio tío aún me cuestionaba el pasado viernes la importancia de una buena imagen. «Qué más dará si Rajoy lleva la corbata torcida o no, lo que debe preocuparnos es que gestione bien el país», defendía. Hace unas semanas con todo el caso Pallerols, alguien en twitter también me echaba en cara que yo hubiera señalado en tantas ocasiones (y me mantengo) a Duran i Lleida como uno de los políticos de derechas mejor vestidos en el panorama nacional. Bien, respondo a ambos con el estilismo que Christine Lagarde lució ayer en el encuentro del G-20 celebrado en Moscú. Con un vestido de pata de gallo, botas altas, fular y demás complementos, la directora del FMI -rodeada por «los hombres de negro» que hoy todos despreciamos- irradiaba luz, frescura, credibilidad, seriedad, seguridad, cercanía. Y he aquí las ventajas de proyectar una buena imagen: aunque uno se encuentre enterrado en un lodo de estiércol como los demás, todavía cabe la posibilidad de que los que observan consideren que no te has ensuciado tú que son los otros niños malos los que te han salpicado. El poder de la imagen.
Pienso que la imagen es la primera impresión de una persona,incluidos políticos. Cristine Lagarde va siempre impecable y transmite seguridad y serenidad. Me gusta su pelo blanco .