Hace unos años, cuando ocupó la dirección de ONU mujeres, Michelle Bachelet defendía que las féminas ya no estaban obligadas a llevar pantalones para demostrar su capacidad de liderazgo, aunque ella reconociera acto seguido, entre risas, que no era el mejor ejemplo. La ex presidenta chilena y hoy clara favorita a repetir en el cargo se sirve de coloridos y enérgicos trajes de dos piezas, falda o pantalón. Pese a que es muy fan de las tonalidades alegres, algo que le suma optimismo y cercanía, a veces el efecto es contraproducente. Así ocurrió en uno de los debates pre-electorales en el que una chaqueta bordada naranja de inspiración oriental, adquirida en Marruecos, eclipsó su mensaje verbal. Por constitución, corte y tinte de pelo, se antoja una especia de Angela Merkel femenina. Bachelet se aprovecha de su imagen de mamá pendiente de todos sus cachorros para estrechar lazos con el electorado. Desde que sus compañeros de gobierno le obsequiaron con un collar de perlas, no se lo quita. Y eso que el clásico accesorio, pese a que ella le otorgue categoría de amuleto, poco tiene que ver con sus señas socialistas (mejor cuando es de varias vueltas porque por lo menos supone algún tipo de transgresión). Espero que al llegar al poder de nuevo no se deshaga de los chales que ha lucido durante las últimas semanas de campaña.