«Dolores Ibárruri, tan opuesta al prototipo de hembra hispánica que los franceses han acuñado desde la Carmen de Marinée. Dolores no lleva bata de cola con lunares, ni porta castañuelas en las manos, ni una faca en la liga. Siempre viste dentro de la gama del gris al negro, con el pelo recogido en un moño y un par de pendientes como única joya, sin otra razón para la elección de color que la cultura popular de la austeridad, como ella misma razonó en 1977 a sus entrevistadores Carabantes y Cimorra: «Hijo, el negro es lo lógico para una persona de clase modesta como yo. Yendo de negro puedes ir decentemente a todas partes. ¿Cómo voy a salir yo a la calle vestida de rojo como una bandera? El primer vestido negro me lo puse de jovencita porque se murió mi abuela. Luego empecé a empalmar lutos y todavía no me lo he quitado.»» La Pasionaria y los siete enanitos. Manuel Vázquez Montalbán. Planeta, 1995.