Aún no me había repuesto de las declaraciones de Maduro cuando me llega vía @asesorpolitico (¡Gracias!) la fotografía oficial del presidente de México. Estoy espesa pero intentaré centrarme en la imagen de Enrique Peña Nieto… Sentado en la silla presidencial (ojo que el Águila ya da miedo por si sola) y con la bandera de su país al fondo, la exasperarte perfección que pretende demostrar el presidente mexicano en todo momento llega esta vez a rozar lo siniestro (si me dicen que le han colocado la cabeza sobre el cuerpo rígido de alguien, me lo creo). Fijaros también en la posición que toman sus manos: mientras la derecha está extendida (disposición al diálogo), el puño izquierdo (donde lleva la alianza de matrimonio) está cerrado (autocontrol / reprimir emociones). Ataviado con un traje negro y una camisa blanca; la corbata gris (ya hemos mencionado varias veces que dicha tonalidad se asocia al secretismo y tiende a transmitir incertidumbre) asoma bajo la banda presidencial. Aunque la disposición autoritaria pueda ser acertada para una fotografía oficial, la incomodidad que se le intuye al propio presidente en la instantánea impide que su seguridad, seriedad y cercanía se antojen del todo convincentes.
Aunque lo tengo lejano, me recuerda a Ken, el novio de Barbie.