El manifiesto de una revista femenina de moda, «Respeta mi imagen, júzgame por mi trabajo», defiende la idea de que la mujer política puede vestir y mostrar la imagen que desee. En fin, como me enseñó el filósofo Raimon Pannikar, «poder, puedo… otra cosa es que deba.» El uniforme político de una mujer debe abrirse paso hacia la feminidad pero sin grandes ostentaciones. ¿Votarían ustedes a un candidato hombre que vistiera camisetas imperio en vez de camisas por muy trend que resultara? La feminidad no está reñida con la clase, la elegancia y el saber estar.
Este mes las revistas femeninas españolas vuelven a animar el panorama político con reportajes centrales referentes a cómo visten las líderes más poderosas. La revista Telva apuesta por un reportaje central titulado “Vestidas para mandar” dedicado a los estilismos que escogen las mujeres más poderosas. En él, algunos profesionales del sector -diseñadores, sociólogos, asesores de comunicación…- aplauden o critican a su antojo las indumentarias escogidas por Michelle Obama, Carla Bruni, Letizia, Esperanza Aguirre, Sonsoles Espinosa, Rania de Jordania, Cristina Kichner, Julia Timoshenko… En páginas interiores, esta información queda reforzada por una entrevista a la secretaria de organización del PSOE, Leire Pajín, la cual confiesa que no permite que la juzguen por su imagen. Por tal motivo, quizá la socialista, tal y como aclara la revista, sólo ha puesto una condición para el documento fotográfico que acompaña a sus declaraciones y es vestir con ropa de Zara, Mango y Massimo Dutti.
Por su parte, la revista Elle ha querido llegar más allá e intenta movilizar a sus lectoras a través de un manifiesto bautizado con el nombre de “Respeta mi imagen, júzgame por mi trabajo.” Tuve la oportunidad de leer este rezo hace un par de semanas en uno de los blogs de la publicación, Devil Wears Zara, y la verdad es que me suscitó muchas dudas pese a la entusiasta acogida que las participantes del foro estaban transmitiendo sobre tal cuestión. Unas dudas que se reforzaron hace un par de días cuando tuve en mis manos un ejemplar y estudié a fondo el asunto (http://www.elle.es/lo-mas-elle/manifiesto-elle/manifiesto-elle/portada ).
“Mujeres políticas…y mucho más”
Me da la impresión que el panfleto que proponen casi en su totalidad –excluyendo, o en algún caso, incluyendo también, el punto de “derecho a mostrar nuestra feminidad sea cual fuere la forma en la que la entendemos”- lo podía haber defendido el cajero con piercing del fnac de hace 10 años cuando su jefe le comunicó que para estar de cara al público debía desprenderse de toda la chatarra que llevaba sellada en la cara. En este sentido, aún a día de hoy, la mayoría de trabajos demandan, implícitamente o explícitamente, una imagen determinada sin que ello pueda suponer un ataque hacia esa persona. Los enfermeros visten de blanco y los médicos, de verde; a los bomberos se les exige unas condiciones físicas concretas; un abogado no acude a un juicio en chándal; y para desfilar en París, no sólo basta con que seas la más bella para tu madre, sino que se requieren unas medidas adecuadas. Otra cosa distinta sería que las enfermeras estuvieran obligadas a vestir falda –que casos hay. Aunque si nos ponemos puñeteros, a un enfermero no se le permitiría jamás acudir a su puesto de trabajo con el uniforme de una de sus compañeras si éste está compuesto por una prenda femenina. De todos modos, en este último caso lo considero machismo en toda regla.
Pero lo que me sorprende es que Elle justifique su manifiesto a partir de la situación de las mujeres políticas. Con declaraciones como “se critica nuestra imagen para eclipsar nuestro talento-Bibiana Aído, ministra de Igualdad-“; “los que criticaron mi traje fueron los mismos a los que no les gustó nada que hubiera un Gobierno con más mujeres que hombres –Carme Chacón, ministra de Defensa”; o “como política me indigna que sea motivo de discusión lo que nos ponemos y cómo nos peinamos… Eso no pasa con los hombres –Esperanza Aguirre, Presidenta de la Comunidad de Madrid- ”, la revista femenina y de moda no consigue convencerme.
Desde este espacio on line nunca se ha criticado la imagen física de una persona y creo que ningún medio de comunicación serio ha entrado en tales vejaciones. Nuestro interés se centra en la imagen que proyecta un político y una política, entendida como un mensaje comunicativo más. De hecho, en el estudio Política y Moda. Políticos, de los pies a la cabeza se realiza un repaso histórico sobre la evolución indumentaria en cada uno de los partidos españoles. Por otro lado, es cierto que las mujeres desde que han empezado a protagonizar la vida política han sido víctimas del morbo generado por la novedad que suponía y supone -desgraciadamente- ver a una fémina en un cargo determinado y también por la inexperiencia estilística, totalmente comprensible, que las políticas han plasmado sobre su imagen pública.
Así, podemos denunciar que la esfera política busca sólo a candidatos seguros (en la sociedad aún se entiende esta característica como exclusivamente masculina), responsables y cercanos –que no próximos- y que este mismo patrón se le exige igualmente a una mujer. En este caso, el problema es que la mujer política no puede ser femenina si quiere triunfar en la vida política –en España y en todas partes. Por ello, apostemos por la feminidad de la política –más que nada porque de mujer política masculina ya existen ejemplos. Eso sí, la feminidad no está reñida con la clase, la elegancia y el saber estar. Igual que nos asombraría que Rajoy acudiera a un acto de campaña con una camiseta imperio debajo del traje y un tatuaje –siga las tendencias, o no-, nos asombra que una política lleve tres quilos de maquillaje o complemente su atuendo con un bolso de la firma Prada. Tanto ellos como ellas son representantes del pueblo y, por tanto, personajes públicos. Se tratan pues de modelos de vida, que no de modelos de pasarela. De este modo, las ostentaciones evidentes –materiales, físicas o estilísticas- no forman parte del uniforme político. Y aunque sean bellos, feos, delgados, gordos, altos, bajos y tengan mejor o peor acierto para resultar agradables a la vista… eso no importa, si su mensaje es importante y válido (por ejemplo, Jordi Pujol). Una buena imagen –entendida como el resaltar de las virtudes que todos poseemos- siempre ayuda, una mala imagen, no. En este mismo punto de vista, si una buena o mala imagen deja en la sombra la iniciativa política o el discurso de un líder, el error y la responsabilidad es sólo del que lo permite. Cuando no hay mensaje, los votantes nos fijamos en la imagen. Claro que existe machismo en la política, como en todas partes. Pero no nos equivoquemos de frente… En definitiva, antes de criticar, habría que aprender a vestirse por lo pies.