Puedo asegurarle a mis queridos lectores chilenos que hasta el peor vestido de sus candidatos a los comicios del próximo domingo es para nosotros, los españoles, mejor ejemplo de imagen que la mayoría de nuestros representantes. Dicho esto, hoy voy a detenerme en la aspirante Evelyn Matthei. La ex ministra de trabajo es famosa por su variado guardarropía, un extenso armario en el que predominan los trajes chaqueta de falda o pantalón y los zapatos de tacón. Los cortes estructurados de las prendas, como el de su media melena rubia (le favorece y rejuvenece más cuando la lleva a capas), sugieren un carácter conservador y tradicional. Sin embargo, esta aparente coherencia ideoestética de Matthei debe ser siempre perfectamente milimetrada: sus facciones angulosas y su constitución delgada transmiten, con demasiada facilidad, lejanía y frialdad. A todo esto se le une, una comunicación excesivamente dura (incluso cuando a veces sonríe).
Consciente de todo ello, la aspirante a presidenta juega con el colorido y los estampados para suavizar su imagen. Su pasión por los trapitos la han llevado incluso a ser nombrada icono de moda en 2012 y lejos de tomarse el premio como algo superfluo para su carrera política, la candidata de la Alianza recibió encantada los honores enfundada en un ajustado vestido rojo. Una prueba más de que Matthei, a sus sesenta años, conserva el genio (carácter) y la figura. No obstante, y vistas las encuestas y los constantes ataques de sus propios compañeros, quizá no toda la derecha esté preparada para feminizar el traje político.