Si usted es un rojo separatista no se le ocurra asomarse por Casa Fuster. Si lo citan en la terraza con la excusa de que es uno de los pocos sitios que quedan en la ciudad en los que medianamente te saben servir una copa sin tener que ser interrumpido por conocidos a cada sorbo como en el Dry Martini, niéguese en rotundo. Porque usted, por rojo y separatista, no tiene derecho a saborear un gin-tonic, disfrutar de unas espléndidas vistas del Passeig de Gràcia y de una interesante conversación. No importa que le inviten o que haya ahorrado para pagar tan delicioso manjar (unos 12€, si no recuerdo mal), el pecado siempre será el mismo. No se le ocurra demostrar que dispone usted de capital (Dios mío, qué le diría Marx) para pagarlo, eso sería aún mucho peor. ¿Cómo se atreve a defender los derechos del vulgo mostrándoles que pueden alcanzar estados y prácticas orgásmicas que culturalmente les fueron prohibidas? Usted, por rojo, separatista y revolucionario, no tiene derecho ninguno al lujo. Y no se lo digo sólo yo. Ni siquiera es por la deferencia que ha tenido Xavier García Albiol -más dado a la casposidad que ofrece el Majestic o la lujuria del Titus y el reggaeton- al recordarle a usted, rojo y separatista, cuáles son sus límites de gozo en esta vida: «Líder CUP después de manifestarse frente TSJC x la opresión de España, en un hotel 5*GL reponiendo fuerzas revolucionarias». Es algo intrínseco. En la naturaleza de las cosas, sepa que los lujos y comodidades de la vida pertenecen sólo a unos pocos. SEGUIR LEYENDO