Ciertamente, Puigdemont dio la cara. Sin embargo, cuando uno da la cara corre el riesgo de que se la partan. Rajoy, en casa o en plasma, es consciente de su falta de carisma y no se expone. El error de la entrevista de ayer no fue del president de la Generalitat por aparecer (enfrentarse, jugársela), pero sí de su equipo por no negociar previamente o supervisar a posteriori algunos elementos visuales y estéticos que ensombrecieron su aparición televisiva. A continuación detallo brevemente algunos de ellos.
Escenografía
Asedio Desconozco si esa fue la primera y única opción de localización para esta entrevista. Sin duda, no fue la más acertada. El encuentro se mantuvo el viernes y en Barcelona hubo momentos en que llovió, tal vez fuera el motivo por el que finalmente tomaron ese espacio. Las paredes de piedra, las puertas selladas de madera, un único acceso vago de luz… El president parecía aislado en una celda o atrincherado en un castillo. El protagonismo del vaso de agua (sin jarra) y la pobreza del atrezzo intensificaban esta sensación de asedio y penuria.
Frialdad La sobriedad del ambiente (intenisficada en la edición) es excesiva. La mesa es demasiado alta y proyecta una especie de barrera, otra más, con el espectador. En vez de una entrevista, aquello parecía una sala de interrogatorio (y el president aparecía, quizá no como culpable, pero sí como sospechoso). En este tipo de formatos es más conveniente no obstaculizar la presencia (dos sillas y mesitas auxiliares) para dar la idea de charla amable y cordial (nada que esconder).
Desprotegido El presentador inicia la entrevista advirtiendo de que él es el que está de espaldas a la puerta. Seguramente se refiere a la puerta por la que han tenido acceso a la sala. Aunque la posición de indefensión (no sólo porque entre la Guardia Civil sino porque pueda entrar cualquier intruso sin que uno pueda verlo) la haya asumido Évole, a lo largo de la entrevista los espectadores pocas veces veremos ese acceso detrás de él y, en cambio, tendremos presentes accesos, aunque cerrados, detrás del president. Por lo tanto, la sensación de desprotección y desventaja (espaldas descubiertas) la percibimos visulamente en Puigdemont.
Oscuridad El carácter cinematográfico que le ha querido imprimir el programa Salvados a la entrevista perjudica también al president. Además del plano corto, la imagen es oscura lo que proyecta una sensación de que se está hablando de un tema turbio. Sólo la luz de la ventana les acompaña y, aunque incida en el president, la claridad que entra no es tan potente como para presentarlo como el elegido (un visionario). En algunas fotografías tomadas durante la entrevista se ve que hay más focos de luz pero el programa decidió darle durante la edición final ese aspecto (¿Por qué? …)
Lenguaje corporal
Plano corto Ni el mejor intérprete del mundo es capaz de aguantar un plano corto durante tantísimo rato. Un actor político, mucho menos (ni siquiera Obama). Cualquier asesor de comunicación no verbal política sabe que el primer plano debe evitarse (a no ser que esté perfectamente dirigido y editado por el equipo), no es negociable. Mucho menos cuando se dilata de modo tan exagerado. Todas nuestras dudas e inseguridades se plasman en el rostro. No es sólo que pueda aparecer la mentira o contradicción. Durante el diálogo, el pensamiento y la emoción debaten en nuestro interior. El conflicto se filtra a través de las expresiones faciales antes de ser expresado verbalmente. Las manos son las que pueden ofrecernos contundencia al hablar (y disimular carencias). Pocas veces durante la hora que duró el espacio televisivo se vieron las del president (¿lo habían esposado ya?)
Cansado Como el montaje ha corrido por parte de la productora, prefiero no entrar mucho en el lenguaje no verbal (confío, pero no tengo la certeza de que cada gesto del president coincidía con la pregunta que se planteaba). Sí que la percepción era que Puigdemont estaba cansado (normal, menuda semanita…) y algo desmotivado (su carácter siempre ha sido más enérgico y alegre, incluso en contextos perversos). No creo que sólo fuera que Évole lo cazó en mucho asuntos (que lo hizo), sino que se abandonaba a replicar (excesivamente sincero -cierra lo ojos y estira la boca a modo de mueca de derrota- cuando reconoce que votó en contra de la autodeterminación del kurdistán, dando a entender que el entrevistador llevaba razón; algo que jamás hubiera permitido el ego de Artur Mas que siempre tenía la última palabra y le daba la vuelta a la pregunta). El gesto más repetido en el rostro de Puigdemont fue el de apretarse los labios (reprimir una emoción, pensamiento, idea…), manifestando cierta incomodidad. Fue en la última pregunta (la del fútbol) cuando mostró un gran alivio (resopló y sonrió).
Abatido Si no le ves las extremidades, la persona parece inactiva. Algo que en estos días un líder no puede permitirse. Imaginen que una parte de esa entrevista se hubiera dado en un exterior, a la luz del día, de pie y caminando. Todo cambia según cómo nos lo presenten…