«Las elecciones no son un concurso por ver quién viste mejor», me advierte un hombre que, pese a no acertar, se ha tomado la molestia de seleccionar una americana, camisa y hacerse el nudo de la corbata. Pero lleva razón en su sentencia; lo sé y lo lamento. Porque si la imagen fuera decisiva, tendríamos una clase política transparente, desacomplejada, segura de sí misma, coherente y respetuosa con los demás, y aún más importante, con ella misma. Si la estética y las apariencias importaran y existiera una opinión pública capaz de juzgarla más allá de lo que dicten las tendencias (políticas, sociales y económicas), el pasado 21D en este país habría arrasado Carles Riera. SEGUIR LEYENDO