Lo bueno de París es que vas paseando por las calles y te tropiezas con el presidente de la República, descamisado y acompañando a su bella y embarazadísima esposa (sale de cuentas el 1 de octubre, pero podría dar a luz en cualquier momento) a comerse una pizza. Él intenta mirar hacia otra parte, pero ella cumple con excelencia su papel de primera dama de Francia. Eso sí, Bruni ha confesado que necesita parir ya o explotará. ¡Ánimo!