Intentando localizar una instantánea que capturara el bellísimo vestido que hoy lucía la ministra de economía, me he encontrado con un vídeo de la directora de campaña electoral de Rubalcaba en el que llamaba la atención por la transparencia de su blusa y por el escote de su top (las dos peores faltas estilísticas que puede cometer una mujer política). Pero no hay mal que por bien no venga. Me acabo de dar cuenta que Valenciano luce un tatuaje. Una especie de mariposa chunga, que con el paso de los años, podría confundirse con una calcomanía borrosa. Por lo que sé, es la única política que está tatuada y, por lo que parece, no le importa mostrarlo (en numerosas ocasiones lleva los brazos descubiertos). Quizá no es lo más adecuado para un representante público, pero la naturalidad siempre logra un punto positivo.
¡Ayyyy! Con los tatuajes sí que no puedo. Sé que me odiarán todas las personas tatuadas, pero me parece estropear la piel con tinta y encima permanentemente. ¡Me parecen un horror! Siempre me ha llamado la atención que princesas, bellas actrices, etc. se tatúen y luzcan con sus maravillosos vestidos de miles de dólares esos manchurrones negros en tobillos y demás. ¡Ante el tatuaje, tolerancia cero! (Aguantaré estoicamente las críticas, si las hay, a mi comentario)