Anda mi tío desde hace un par de semanas con una mancha de lejía en su pantalón preferido. Mi tía (felicidades, hoy es su santo), que es muy dada a tirar la ropa a la basura al mínimo rasguño y sin advertirte antes (algo que provocaba mi total desesperación durante mi adolescencia), se sube por las paredes y supongo que ya trama la desaparición de la pieza. Hoy me he quedado petrificada al comprobar que hasta el príncipe Carlos de Inglaterra exprime al máximo sus trajes: ¡el hombre más elegante del mundo lleva un parche en el bajo de su chaqueta! Dios mío, ¿será verdad que la crisis nos afecta a todos o es que la dejadez y el grunge se ha apoderado hasta de la realeza? Cuidado, Charles. Si la reina Isabel de mi casa pasa por Buckingham esa chaqueta se va derechita a la trash…
¡Oh, no! Ya no nos queda ni París…