Después de acceder hace tan sólo dos semanas a adornar su cuello con un pañuelo palestino, el pontífice inicia mañana su viaje a Oriente Medio donde visitará Jordania, Palestina y también Israel. Pese al mensaje de paz que Benedicto XVI desea llevar a estas tierras, su nuevo complemento indumentario podría malinterpretarse en el territorio judío.
Hace tan sólo dos semanas, el Papa accedió a envolver su cuello con un pañuelo palestino, obsequio de dos jóvenes árabes que le esperaban en una de las audiencias generales que se celebran cada miércoles en el Vaticano. El gesto en sí no tenía nada especial -no es la primera vez que Benedicto XVI agradece el afecto de sus feligreses colocándose todo tipo de regalos indumentarios como el famoso tricornio de la guardia civil- pero ante el inminente viaje que el Pontífice inicia a Oriente Medio (incluido Israel) podría darle algún quebradero de cabeza.
ZP sabe de lo que hablo…
Y es que el permanente y persistente conflicto entre palestinos e israelíes provoca que se deba ir con mucha prudencia en el momento en que un personaje público se coloca la prenda de origen rural palestina que Yassar Arafat convirtió en símbolo de las resistencia de su pueblo. En España se aprendió la lección cuando en 2006 (en plena ofensiva de Israel contra Palestina y el Líbano), el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, fue fotografiado con el kufiya, al término de una intervención en el Festival Internacional de las Juventudes Socialistas.
Por tal imagen, que ocupó la portada de la prensa nacional, se le llegó a acusar de “antisemita”. Y aunque fuentes cercanas a la dirección socialista restaron importancia a esa foto, reconocieron que hubo un cierto fallo por parte de la organización del evento al permitir que un joven palestino accediera hasta el presidente del Gobierno y le colocara el pañuelo sin que nadie –entiéndase, los asesores de imagen- se percatara de tal imprudencia.
“El Papa no viste de Prada, sino de Cristo”
De todos modos, el pañuelo palestino en el cuello de Benedicto XVI no ha llegado a tanto. Pero cabe recordar que no es la primera vez que se analiza el estilismo del Pontífice. En 2007 la revista Esquire lo nombró “mejor portador de complementos del año” por los zapatos de cuero rojo que calza. Aunque el zapato de cuero rojo ha formado parte del vestuario papal desde hace dos siglos, el hecho de que Benedicto XVI use albas o sotanas un poco más cortas que algunos de sus antecesores lo ha hecho más visible. Pero el reconocimiento no vino sólo; la polémica se desató cuando en los medios de comunicación se empezó a sortear a qué firma de moda podían pertenecer los zapatos papales. Tal fue el escándalo que el Vaticano se vio obligado a aclarar el tema a través de su propia publicación, L Osservatore Romano.
Tachada la discusión como una “frivolidad característica de una época que tiende a banalizar lo que no comprende», se descubría que el calzado no era de Prada –una de las marcas por la que se apostaba. «La banalidad contemporánea ni siquiera se dio cuenta de que el color rojo encierra un nítido significado de martirio, así como no entendió que estas voces eran incongruentes con el hombre simple y sobrio que, en el día de su elección al papado, mostró a los fieles atestados en la plaza de San Pedro y a todo el mundo las mangas de una modesta camiseta negra», defendía el diario de la Santa Sede.
Para ellos, el motivo de que Benedicto XVI se viera envuelto en tales frivolidades estilísticas se debía al gran impacto mediático generado por su decisión de sacar del arcón vestimentas antiguas como el «camauro» (el gorro invernal de terciopelo rojo, bordado de armiño al que algunos se les antojo como el de Papa Noel), o el «saturno» (ese sombrero de ala ancha, también rojo, que suele usar en días de sol) o ropajes de «arraigada tradición papal».
L Osservatore Romano también reconoció, sin embargo, que estas «inoportunas frivolidades» ocultaron, vaya paradoja, algo de certeza. «Y la verdad es que en Benedicto XVI existe una profunda preocupación por el vestuario, pero una preocupación de naturaleza muy distinta. En la atención en la liturgia debemos enmarcar la importancia -visible por cualquier persona no atontada por la frivolidad- que Benedicto XVI atribuye a los paramentos y, en modo particular, a los ornamentos litúrgicos», sostenía la publicación. Porque el Papa, concluía LOsservator, «no viste Prada, sino Cristo». Ya se sabe, el que vestía de Prada era el diablo…