Tanto Barack como Michelle han confesado más de una vez que lo peor que llevan desde que llegaron a la Casa Blanca es no poder salir a pasear espontánea y tranquilamente. Ayer, el presidente, quizás ofuscado en el Despacho Oval, decidió dejar aparcado el coche blindado y se dio una vuelta alrededor de la manzana. Aunque le acompañaban una decena de guardaespaldas visibles, algunos miembros de seguridad se molestaron al verlo salir por su propio pie y Obama, entre risas, les dijo: «El oso está suelto». Y así, uno de los hombres más poderosos del mundo se echó la americana al hombro y pisó la calle para oxigenarse. Pero claro, se cansó de saludar a los turistas que, atónitos, no podían imaginar una estampa mejor de su visita a la Casa Blanca.