Tras la regañina de Bono ayer, Sebastián ha acudido de nuevo al Congreso sin corbata. Otros diputados socialistas han apoyado la causa del ministro de industria prescindiendo de dicha prenda en su uniforme político. Pero esta vez el presidente del parlamento ha preferido guardar silencio y no comentar la indumentaria de sus compañeros.
Al finalizar la sesión de ayer, el ministro de industria quiso dejarlo claro: «Yo creo que cumplo con lo que tengo que cumplir, y voy a seguir diga lo que diga el señor Bono y el emperador del Japón». También Bono reconoció a la prensa que le había enviado un SMS de disculpas a Sebastián por haberle regañado en público nuevamente por no llevar corbata. «Le he mandado un sms diciéndole que si le he molestado, lo siento, porque le doy toda la razón en que haya que controlar las temperaturas, pero el asunto de la corbata es más discutible», declaró Bono.
De todos modos, el presidente ha insistido en que él lleva razón en el tema de las corbatas.
Con los asuntos importantes de los que debatir en el Congreso porque afectan a los ciudadanos, perder el tiempo haciéndolo sobre la corbata del ministro de Industria, es anecdótico, pero ya que estamos y, en mi opinión, el uso de la corbata representa mucho más que la uniformidad obligatoria en sentido disciplinario, incluso frívolo o coqueto según los cánones de moda. Es la tarjeta de presentación del indivíduo y por la que se le define personal y profesionalmente. La corbata es una muestra de respeto al público en todas las profesiones (no oficios) que así lo requieren, es la elegancia, e ignorar esta percepción tan arraigada en nuestra sociedad desde hace siglos, sería como desprender a un gitano de su corbata en los bodorrios, ji ji. Dicho esto, más le valiera al ministro de Industria presentar un plan serio para ahorrar energía, en vez de recurrir tontamente a la corbata.