Este fin de semana se ha celebrado en Valladolid la convención del Partido Popular. Y salvo notorias ausencias como las del ex presidente Aznar y Mayor Oreja, nadie más quiso perderse el encuentro. Repasamos algunos factores que enturbiaron la comunicación no verbal de la formación que actualmente gobierna España.
1. Informal. Por todos es sabido que las reuniones políticas celebradas en fin de semana conceden a sus asistentes la posibilidad de dejarse ver con un look más casual. Es una norma tácita muy interesante ya que los líderes abandonan su uniforme (escudo) diario (traje, camisa y corbata) y nos permiten conocer mejor sus gustos y, por consiguiente, su personalidad. Sin embargo, en España se comete el craso error de considerar la ropa informal como un «mepongoloprimeroquepillo» dando lugar a estampas tan inverosímiles como las que hemos contemplado en Valladolid. Entre las que más me han impactado está la ministra de Sanidad Ana Mato con el abrigo azul cielo de cuando sus hijas eran adolescentes, la combinación masculina de la mayoría de asistentes conformada por jean clarito y suéter de cualquier color (azul, rojo, amarillo, verde, gris…) y las botas mosqueteras de Alicia Sánchez Camacho (muy tendencia este invierno pero que conjuntadas con unos pendientes de aro dorados la convierten a una en toda una choni). Porque una estética informal, aunque su éxito resida precisamente en que no se perciba trabajo alguno, requiere muchísimo más esfuerzo y conocimiento comunicativo que enfundarse el uniforme clásico.
2. Retro. Para su encuentro con las Nuevas Generaciones, el presidente español recuperó la chaqueta de cheviot gris con la que sorprendió para bien en la campaña electoral de 2011. Pero la pieza ya no luce igual. Más cuando uno la combina con una de sus camisas amarillentas y una corbata de los 70. Observando a Mariano Rajoy en TVE, uno podía confundirse y plantearse si aquello no era una escena de la serie Cuéntame cómo pasó o el próximo estilismo de Joaquín Reyes. Pero no sólo el líder de los populares parecía recién sacado del baúl de los recuerdos, allí había más de uno y una que no había renovado vestuario ni pensamiento desde hacía décadas.
3. Taburete. Vayamos ahora a la escenografía. Últimamente se ha puesto de moda en los encuentros de las principales formaciones recurrir a un taburete para que los líderes transmitan cercanía, frescura, naturalidad… Aunque la estrategia funcionara tampoco sería conveniente abusar de ella como se está haciendo (tanto entre los populares como entre los socialistas), pero es que el taburete casi nunca consigue el objetivo comunicativo deseado. El problema es que primero habría que dar lecciones acerca de cómo utilizar este tipo de sillas altas para no hacer el ridículo. Los hay que pretenden sentarse en el taburete igual que en el sillón de su casa y otros que se creen que pueden acomodarse como si estuvieran en el bar bebiendo una birra. Error. En el tabuerte hay que reposar ligeramente el coxis (las nalgas quedan fuera) con una pierna estirada y la otra flexionada en la vara inferior del asiento (los cantantes con guitarra son los únicos que se sientan totalmente). Pero por supuesto hay que tener previamente en cuenta que hay personas a las que jamás podrá favorecerle una silla tan alta. Sería el caso de Soraya Sáenz de Santamaría en la que el taburete no hace más que evidenciar su escueta estatura (a la pobre le colgaban las piernecillas y esos zancos exagerados que calza ella).
4. Diseño gráfico. No sé qué agencia se responsabiliza de las campañas propagandísticas y diseño gráfico del PP y tampoco entiendo sus objetivos (a no ser que lo suyo sea dinamitar el partido desde dentro). De estar en las nubes hemos pasado a un fondo azul donde una especie de puzzle de España se va desencajando y volviendo a su sitio (no deis ideas…). El eslogan esta vez rezaba «En la buena dirección» e iba a acompañado de una flecha ascendente. Supongo que no tuvieron en cuenta, o sí, a las miles de féminas indignadas, dentro y fuera de las fronteras, con la ley del aborto impulsada por Gallardón.
Magnífico! Y la chaqueta verde de Cospedal, qué tal?