Cuando el pasado martes ingresó Juan Antonio Samaranch en el hospital, periodistas, escritores y personalidades relacionadas con el deporte empezaron a escribir sus particulares obituarios. Quizá mucho antes de que empeorara, los perfiles sobre el presidente de honor del COI ya estaban redactados y listos para que cuando muriera todo estuviera a punto.
Este procedimiento propio de periodistas, de anunciar a la muerte cuando uno llega ya a cierta edad, siempre me ha sobrecogido. Y estaba claro que en la biografía de Samaranch habría un capítulo reservado a sus coqueteos con la dictadura franquista. Y aunque en muchas ocasiones el propio Samaranch había declarado que en esa época no era tanto la ideología como el deseo de supervivencia, algunos se han apresurado a pinchar con el tema mientras tantos otros lloraban su muerte o simplemente lo despedían con gratitud. Desde el nacionalista vasco Iñaki Anasagasti hasta varios mails que circulan por la red acompañados de la mascota olímpica de Barcelona’92, Cobi, caracterizado con la indumentaria falangista y el brazo derecho en alto, donde se puede leer en catalán “En pau descansi (descanse en paz)”.
Los hay con mala leche. Pero, sí, que descansemos todos en paz.
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