Siempre es un placer hablar de un país tan bello como es Chile. Y como acostumbro a recalcar en todas mis conferencias, es mucho lo que tenemos que aprender respecto a estrategias de comunicación política de los países latinos (en estética diplomática nos llevan años luz de ventaja). Por eso, hoy nos detenemos en dos miembros del gobierno actual
Me presentan al ministro de interior como al hombre más elegante del ejecutivo pero entre el apellido (Peñailillo) y el aire a Peña Nieto, la verdad es que sus trajes hechos a medida por el sastre más cotizado chileno, Sergio Arias, no consiguen el efecto deseado para un político (lo mismo que le sucede al presidente mexicano). Además, Rodrigo Peñailillo va excesivamente repeinado. La perfección forzada cansa, molesta y crea sospechas. Mejor cuando su atuendo luce algo descuidado porque se le ve más auténtico, más real y menos distante.
En cambio, Álvaro Elizalde, ministro secretario general, le falta justo lo contrario: sacos a medida y perfección en corte, tejido y calidad de cada pieza para contrarestar sus grandes (agresivas) facciones. Sin embargo, sí quiero señalar lo bien cuidado que lleva el cabello blanco (ni siquiera intenta disimular su alopecia como harían muchos diplomáticos españoles) y la barba. Es un hombre atractivo con unos ojos preciosos y podría sacar mucho más partido a su imagen.