Debo confesar que tengo la fortuna de visualizar (confrontar) el mensaje de Navidad junto a personas que sí son monárquicas. Aunque debo reprimirme en muchos momentos para no ofender con mi sarcasmo habitual, me agrada observar la reacción de aquellos que (aún con todo) siguen percibiendo la figura del rey como necesaria y referente. Y le advierto a Casa Real que la sensación de «tostón» (12.25 minutos dando la chapa cuando todo ello se podía resumir en 4 minutos) y la triste puesta en escena que acompaña al discurso ya no son sólo críticas de una republicana (a mí si el cuento me lo venden bien vestido quizá no lo compre, pero no tengo problema en reconocer un buen trabajo comunicativo. Spoiler: no es el caso)… En fin, como es ya tradición, el análisis no verbal del mensaje de Felipe VI. Feliz Navidad.
Lenguaje corporal
Señor, siéntese bien El primer plano que nos ofrecen del rey es a un Felipe VI sentado con las piernas abiertas (por suerte, ha tenido la consideración de colocarse las manitas delante cubriendo los genitales). Es imposible que ese plano espatarrado pueda favorecer a nadie. Aunque sólo hubiera sido en esos primeros segundos (después las piernas ya no se han visto), debía haber cruzado las piernas. Es muy desagradable toparse nada más empezar un discurso navideño con la entrepierna de nadie, por muy majestad y designación seminal en la que se basa el cargo que ocupa. Además, la parte inferior de las solapas levantadas (aquí me caído y no me ha salido ni recolocar las prendas de ropa una vez sentado) enfatizaban esa idea de repanchingao. Quizá a causa de su altura, el monarca tiene siempre problemas sobre cómo colocar las piernas y nadie le ha enseñado cómo debe colocarse. En alguna ocasión su padre había realizado el discurso de pie, delante de su escritorio (cercanía). En nueve años, Felipe VI siempre ha estado sentado (inacción). La reina Isabel II también prefería hacerlo sentada pero frente a su escritorio (una reina siempre tiene trabajo).
Unión, fuerza y no sé Gestualmente este año ha estado más comedido (el plano escogido cortaba parte del mensaje de sus manos), tomando más control en sus expresiones faciales y manuales. El gesto más repetido, y que acompañaba el sentido de sus palabras, ha sido el de unión (gesto imitando a Merkel, manos entrelazadas, o manos separadas pero envolviendo un todo). Ante cualquier reto (un duelo deportivo, un 1O o una crisis económica y la incertidumbre que nos acompaña) Felipe VI lo arregla todo con la fuerza (puños cerrados= vamos, Rafa). Así que a pesar de convertirse durante unos minutos en Paulo Cohelo y hablarnos de la serenidad, la tolerancia, el respeto, la solidaridad (…), cuando le toca referirse a los sacrificios reales de las familias para llegar a fin de mes (y aunque intentara reflejarlo verbalmente con todo lujo de detalles), al monarca se le escapa un tan sincero y pertinente encogerse de brazos (qué sabré yo). Pues eso, querido, qué sabrás tú de llegar a fin de mes.
Joaquín Reyes Pese a que estuviera más moderado en la expresión facial, en algún momento parecía una parodia de Joaquín Reyes. No ayuda el exceso de maquillaje (cuando la piel es madura y hay tantas arrugas, el maquillaje debe ser más liviano para no exagerar las líneas de expresión), sus contundentes cejas y su esperpéntica dentadura (no puedo entender como alguien como él llamado desde que nació a ser imagen pública no se ha hecho un tratamiento para enderezar los piños, pero por lo menos una limpieza y blanqueamiento dental no estaría de más… arggggghhh).
Transición planos Es incomprensible también que en 2023 tenga que ser el rey quien marque los cambios de tema en su discurso redirigiendo su cuerpo y cabeza a la siguiente cámara que se vaya a pinchar. Esa transición de plano debe venir creada por realización, no por cabezazos del monarca. Lo de siempre, yo no descarto que entre sus asesores se encuentre un rojo separatista catalán. Si no es así, no entiendo cómo algo se puede hacer tan mal.
Escenografia
Banderas Lo explico cada año y no sirve de nada. El rey es el jefe de Estado y ya es un símbolo como la bandera de España. Colocar dos símbolos que significan lo mismo queda reiterativo y demuestra complejo como nación. Cuándo habéis visto una bandera en el mensaje de Navidad de Isabel II? No tiene sentido. ¿Y la europea? Bueno, es que además los colores son tan poco navideños y no pegan nada con la puesta en escena que tampoco viene a cuento.
El Pesebre En pleno debate sobre si los pesebres deben desaparecer y sólo mantener un árbol (a lo americano) como adorno navideño, pensaba esta ilusa que una institución conservadora como es la Corona apostaría por defender con empaque una bella tradición muy arraigada en nuestra cultura. Pues no, ellos por tradición sólo entienden torturar a un toro y llevar borlas en los mocasines… A la derecha, un pequeño Belén de tres figuras y a la izquierda un pedazo árbol (por cierto, qué adornos más tristes). Supongo que para encajonar el árbol movieron la alfombra y se les quedó arrugada y lo apañaron escalándola sobre el zócalo (qué desastre…). Así como Carlos III en su primer mensaje de Navidad como rey ha escogido plantas y decoración floral sostenible, en el exterior del Salón de Audiencias desde donde se ha dirigido Felipe VI había una planta colgada que te quitaba las ganas de vivir.
Adivina Al final se ha convertido en un juego y, visto el despropósito de todo lo demás, casi se me antoja curioso y divertido. Colocar una fotografía en el fondo donde se verá diminuta y los espectadores tengan que esforzarse y dejarse la vista en reconocer qué instantánea es. Esta vez, la elegida es la foto de familia de la cena ofrecida por los reyes a los miembros de la cumbre de la Otan en el Palacio Real.
Canva El inicio y el final del mensaje del rey no puede ser una presentación de PowerPoint. Hay aplicaciones gratuitas como canva con miles de plantillas mucho más profesionales que el insulto gráfico con el que empiezan y acaban un discurso de un jefe de Estado.
Indumentaria
#alertacaspa Traje azul intenso y un pañuelo de pecho estampado. No, no es lo que vestía Felipe, es el look escogido por Carlos III para su discurso (lo analizaremos más tarde cuando se retransmita en su totalidad). Porque vestirse de rey requiere un cuidado y refinamiento extremo por las vestimentas. Suma importancia tiene la caída de las piezas que tampoco se aprecia en el atavío del español. Y, por favor, no confundamos la sensibilidad para los detalles con la ostentación igual que debemos tener en cuenta que la elegancia (sencillo) no es contraria a la humildad pero sí a la dejadez (simpleza). Pero a estas alturas de la película me conformo con mucho menos: que recoloque las prendas conforme va grabando el mensaje para no dar la sensación de que lo han dejado caer allí sin más, que compruebe si el estilismo da bien en cámara. A veces, la ropa puede ser preciosa en persona pero no dar bien en pantalla y ya que el mensaje es grabado podían haber rectificado sobre la marcha. El sutil brillo de la raya de la americana podía confundirse fácilmente con caspa…
A sus pies Por suerte, este año nos han ahorrado los pies del monarca y no hemos tenido que ver los mocasines con borlas o los zapatos con hebilla que suele calzar. No sé cuál de los dos modelos me provoca más dolor.