A Sota

Llevo días pensando en ti. La primera noche después de ver lo que te habían hecho, no pude conciliar el sueño. Abrazaba a Naya e imaginaba cuál hubiera sido mi reacción si a ella un desalmado le hubiera pegado un tiro por protegerme. Nunca sabes cómo podrías reaccionar en una situación de crisis, pero algo me dice que yo también hubiera acabado presa o muerta por defenderte y vengarte. Porque todos los animales -los no humanos, más- somos muy buenos hasta que nos tocan lo que más queremos. Y tú, Sota, debías ser lo más preciado de la vida de tu humano; como Naya lo es para la mía y, quizá, como vuestros humanos lo somos para vosotros, los perros. SEGUIR LEYENDO

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150 150 Patrycia Centeno