La culpa no es de los que prefieren a Pablo Iglesias antes que a Íñigo Errejón. Ni de los que persisten en presentar a Obama y Trump como el mismo monstruo. Tampoco de los que pretenden hacerse famosos y millonarios retratándose el culo a lo Kim Kardashian. No, la culpa es de aquellos que no hace tanto tiempo, alzados en un trono de supuesta superioridad moral e intelectual, sentenciaron que las formas eran secundarias, superfluas y banales. Infravalorando las formas (el reflejo externo del fondo), estamos hoy donde estamos. La falta de estética se aprecia fácilmente en una diputada que mastica chicle desde un escaño del Parlament, en el regidor que asiste a un pleno del Ajuntament en bañador y en el secretario general de un partido que se presenta en el Congreso con una camisa sin planchar, tres tallas más grande y manchas de sudor. La apariencia (el arte de estar presente, en paz) y la búsqueda de la belleza (armonía entre físico, pensamiento y sentimiento) es una demostración de respeto no sólo hacia los demás, también hacia uno mismo. Por eso, la pérdida de estética es aún más denunciable y alarmante cuando un presidente del gobierno le niega el saludo al líder de la oposición, cuando un político no sabe pedir perdón (dimitir) y, por supuesto, cuando un cargo público sucumbe a la corrupción.
Hoy muchos se escandalizan por “el chandalismo parlamentario” sin reconocer que ellos mismos han sido los máximos responsables de tal deprimente fenómeno. Tras décadas de desidia y desaliño estilístico entre la clase política de este país, vistiendo un traje mal cortado y una corbata mal atada, ¿qué esperaban? Si ustedes no respetaron el protocolo indumentario del traje clásico, ¿por qué iban a hacerlo los nuevos? Si a ustedes se la sudó la estética (la ética) durante tanto tiempo (por cierto, aparentemente se la sigue repanpinflando bastante), ¿cómo pueden exigirles ahora a otros que no se la suden las formas? Ya han conseguido que hasta «el rebelde» Pablo Iglesias se enfunde una americana, ¿no están contentos con el acatamiento? Es de pésima calidad y le viene grande, pero ese uniforme es el que ustedes gastan (sólo que en uno mismo el desgarbo parece menor). Esa es su estética, esa es su ética, esa es su forma: ninguna estética, ninguna ética, ninguna forma.
No, eso no es populismo
No tolero que digan que sus patéticas formas (estilísticas, protocolarias, escenográficas…) representan a la gente de la calle. Esa actitud que toman ustedes, tanto desde la derecha como la izquierda, no es populismo. Ustedes, los que hoy critican o alientan tales formas, se refieren a otra cosa que afecta a todos los grupos sociales: la muchedumbre, la oclocracia. No nos supongan tan imbéciles. La injuria duele más cuando no sólo proviene de la élite, sino de los que se supone deberían defender el prestigio de cualquier humano. La humildad es la primera regla de la elegancia. Pero algunos progres son más clasistas que el más reprimido y retrógrado aristócrata: entérense de una maldita vez que la clase no la da la posición social ni económica, la ofrece la sencillez, sensibilidad, educación y cultura. Antes el ignorante callaba para escuchar (aprender), ahora ladramos al que sabe porque resulta que todos sabemos de todo. El “sólo sé que no se nada” se antoja hoy como el epitafio de un loser. Pero la sofisticación no excluye al pobre, ni al anciano, ni al perseguido.
El pueblo, de momento, ni es idiota ni viste así de mal. ¿Qué pasa, que José Sacristán, Núria Espert, Paco Ibáñez o Sílvia Pérez Cruz no son pueblo? Y aunque en el pueblo nos expresáramos (vistiéramos y pensáramos) de forma tan soez y basta, ¿no estaría un gobernante obligado a representarnos (dignificarnos) estilística e ideológicamente de la mejor manera? Un buen líder es el que consigue que los demás confíen en él, un gran líder es el que logra que los demás confíen en sí mismos. Su falta de consideración por las formas evidencia un déficit absoluto de conocimiento. Pero no es lo que más debe preocuparnos. Me altera mucho más que igual que demonizaron las formas quieran ahora criminalizar los sentimientos. La razón nos diferencia del resto de animales, pero es la empatía la que evitará que nos convirtamos en monstruos (inhumanos).
Hoy, entre todos, han conseguido que a mi las diferentes formas de postureo político (aparentar) que adoptan unos y otros me la bufen más que nunca. “Sin ética no hay estética, así que apaga y vámonos”. Lamento enormemente que no alcancen a comprender la magnitud de la advertencia hasta que no se hayan perdido definitivamente las formas.