Cada vez que Michelle Obama cambia de look es noticia. A sabiendas de que todo lo que se pone se convierte en oro (en pocas horas se agota el modelo en cuestión), las agencias de prensa de las firmas se afanan en comunicar a los medios de comunicación que el diseño les pertenece. Pero en el caso de Ann Romney no ocurre lo mismo. Podría pensarse que, de momento, no goza de la popularidad y el atractivo de la figura de la actual primera dama estadounidense, pero eso no tendría por qué eximir a los diseñadores de aprovecharse de las apariciones de la esposa del candidato republicano para publicitarse. Por eso, la posible explicación al silencio de la moda respecto a Ann Romney que más consistencia -y morbo- está generando es la que tiene que ver con un complot de Anna Wintour. Según esta teoría, la directora de Vogue, entregada totalmente a la causa demócrata, podría haber amenazado y pactado con sus anunciantes que no dieran soporte a la aspirante republicana. Aunque tampoco creo que le haya costado demasiados esfuerzos convencerlos, la mayoría de diseñadores son más bien de izquierdas.
Aunque Karl Lagerfeld, a propósito de la subida de impuestos para ricos, le dijo el otro día a Holande que era un imbécil…