En una entrevista concedida al DailyMail, encuentro a un Julian Assange vestido con una camisa blanca adornada con tradicionales motivos ecuatorianos bordados. Retenido en la embajada de Ecuador en Londres, el fundador de Wikileaks parece estar mimetizándose con el look de sus aliados, y especialmente, con el de Rafael Correa. Aunque no del todo. Le siguen acompañando unos jeans y unos zapatillas deportivas azules.
No es la primera vez que el «ciberterrorista» cambia de estilismo. Desde que estallara el caso Wikileaks, Assange ha pasado por varias fases. En la primera etapa, incluso el New York Times llegó a comparar su imagen con la de cualquier vagabundo desaliñado. Pero ante las acusaciones por acoso sexual, sus abogados le recomendaron sacar partido de su faceta más angelical (rasgos delicados, cabello rubio, piel clara…) y, con su transformación a niño bueno de Oxford, llegó a estar entre los primeros puestos de los hombres mejor vestidos del mundo. Incluso, hace 100 días, cuando hizo la anunciación desde el balcón de la Embajada ecuatoriana, le prestó gran atención a su apariencia. Pese a su tez cristalina, compró una cabina de UVA e intentó broncearse. «Me lo puse para que se me viera con mejor aspecto, no tan pálido. Después de media hora, uno de mis empleados me dijo: «Julian, tienes media cara y una parte del cuello rojos como un tomate.» Parecía una langosta hervida, pero la escena del balcón era un momento político muy importante y pensé que qué le iba a hacer… Intenté igualar el otro lado, mis ojos estaban ardiendo, no podía ver y tenía ampollas por todo la parte izquierda. La piel se me empezó a pelar». Al fin, la esposa de un amigo de Assange entró en escena y con maquillaje y paciencia arregló el desastre. «Nos llevó una hora y media para asegurar que no se me vería como una víctima de Chernobyl «, explica riendo en la entrevista.