Permitidme que hoy no os hable de Política y Moda, pero sí de mí y de cómo la influencia de los que quieres (directa o indirectamente) te guía para elegir quién serás en un futuro. Un día como hoy, hace ya 50 años, mi tío Pepín y mi tía Isabel se casaron en el Santuario del Miracle (Solsona). Por supuesto, banda sonora para este homenaje Los Panchos – Toda Una Vida
Mi tía (por aquel entonces, una pipiola de 21 años) confeccionó su propio vestido de novia (aunque profesionalmente se dedicó a la estética, se ha pasado la vida cosiendo como un ángel para ella, para mi prima y para mí). Mi tío (siete años mayor) «se llevó a la más guapa». Él tampoco estaba mal y mi tía, después de tantos años, aún lo constata: «el mejor hombre que he conocido». Autodidacta (hasta los 10 años no aprendió a escribir pero se colegió como facultativo de minas con el número 2 de su promoción), trabajador incansable (en la Mina de Sal de Cardona y como profesor de dibujo técnico en el Instituto) y la persona más buena del mundo (aunque me saca de quicio su victimismo y sufrimiento, fundó la Cruz Roja en mi pueblo y aún con 78 años se recorre todos los hospitales y residencias de la zona visitando a personas mayores que no disfrutan de compañía alguna). Y ahora que nosotros, «los jóvenes», tan sabidillos, nos convencemos de que la vida es para vivirla y que el amor puede esperar o despreciarse sin más, recuerdo que a ellos aún los sorprendo dándose un cariñoso beso, comentando en la cama, cómplices, las anécdotas de sus nietos, discutiendo como dos quinceañeros o reposando su mano sobre la espalda del otro cuando el consuelo no es suficiente. Porque lo que más admiro en ellos es que la locura de haber perdido un hijo maravilloso a los 26 años de edad y que les (nos) segó la vida por completo se transformara en amor incondicional de pareja. Como dijo una vez muy acertadamente mi tío cuando trató de resumir lo que sentía por mi tía: «Patry, esa mujer es mi compañera de vida». ¡Feliz medio siglo de amor!