Creía yo, ilusa de mí, que una vez en la Moncloa, Mariano Rajoy seguiría (que optimista este verbo aquí) con la mejora de su aspecto. Pero no. Cosas más importantes tendrá que hacer para sacrificar cinco minutos por la mañana y salir con buen aspecto a saludar a España. En fin, que si el porte y la gracia no acompañan para vestirlo, por favor, por lo menos, controlen los brillos (¡¡Arghhh!!). Cada vez que le enfoca una cámara o le hacen una fotografía, la frente del presidente parece una central de Endesa (sospechoso…). La solución no es complicada. No hablaré de tratamientos para pieles mixtas porque quizá lo mate del susto, pero sí, de que utilice polvos para matificar (en serio, testado psicológicamente, no roban virilidad). Ya sé que Silvio Berlusconi no es ejemplo de nada, pero él camuflaba un disco de algodón en un pañuelo para retocarse con disimulo.