Cristina Fernández de Kirchner ha sido investida presidenta de Argentina por segunda vez. El discurso populista también se ha apoyado en su estilismo. Desde la muerte de su marido, ha abandonado en ocasiones el luto riguroso pero nunca para los actos electorales. Hoy no podía fallar. Por eso, del vestido de encaje blanco con el que recibió el bastón de mando de manos de su marido ha pasado a uno similar pero en negro, con lazo en la cintura y mangas con transparencias. Pintada como una puerta y con su melena de leona encendida, y después de referirse a él (desde que murió el expresidente se refiere a «él» a modo Aída de GH), se saltó el protocolo e hizo que su hija pequeña le colocara la banda. La niña parece sacada de la serie Gossip Girl (las esclavas de B) y aplaudió el juramento de su madre dando palmas contra su bolso, en vez de sostener la baguette bajo el brazo como hacen las señoritas.