En este país no existe la prensa especializada (es decir, periodistas especializados), y mucho menos de moda. Por eso, ocurren cosas como las publicadas hoy en los medios de comunicación. Hoy se habla de lo inadecuado que fue el vestido que la ministra de exteriores utilizó en la entrega de cartas credenciales a los embajadores extranjeros al rey. Nadie comenta el color (poco favorecedor), ni el diseño (el modista no se rompió la cabeza), ni siquiera los brazos de Jiménez (lo realmente bochornoso del look -solo tú, Pablo-); el único inconveniente del modelo para los mass media parece ser el escote. Afirman que el estilismo no es «el normal» en este tipo de actos, y digo yo que quizá sea porque los anteriores ministros de exteriores eran hombres. En este tipo de ceremonias, el Rey Juan Carlos viste el uniforme de gala del Ejército de Tierra. Por su parte, los embajadores también deben llevar el uniforme de diplomático: frac con corbata y chaleco blancos o el traje nacional de su país, y lucir las condecoraciones. Por su parte, las mujeres deben buscar el equivalente a esa etiqueta en versión femenina (y ahí, lo siento, caben muchas posibilidades). Hoy no seré yo quien me meta con Trinidad Jiménez: por lo menos, a ella con cambiar de estilista se le soluciona el problema. Lo de los retrógrados no tengo ni idea de cómo tratarlo.
Demasiado floripondio pero a mi esta mujer me gusta desde que sacó aquella controvertida «chupa» de cuero negra. ¡Feliz fin de semana!