Leo en el avance de tendencias de otoño de Vogue que se llevarán las trenzas. «Y tanto», me digo para mí misma. La edición en papel de septiembre de las revistas de moda salió antes de que Kabul fuera tomada por los talibanes y no se pudieron hacer eco de la noticia. Sin embargo, en sus plataformas digitales veo múltiples (pero repetitivos) reportajes sobre la mujer afgana y su relación con la moda en el último siglo (como los que recuperan la lucha de la reina Soraya de Afganistán por acabar con la obligatoriedad de vestir velo a principios del siglo XX). De toda la información que he ido recopilando en estas dos semanas, me quedo con el dato/titular de la periodista Mónica Bernabé en el diario Ara («El precio del burka se multiplica por 5 en Kabul», sólo dos días después de llegar los talibanes) y con el artículo de Vanessa Friedman en el NYT: «Made in Afghanistan’ Once Symbolized Hope. Now It’s Fear«, donde nos explica como todas las firmas de moda de Afghanistan han cerrado inmediatamente no sólo los talleres, pedidos y colaboraciones sino también las cuentas en redes sociales y borrado cualquier publicación que pueda revelar el nombre de las artasanas (el 85% mujeres) que hayan colaborado con el mundo del diseño y la expresividad indumentaria en estos últimos años.
Pero volvamos a las trenzas… Hoy os quiero hablar de las Unidades Femeninas de Protección. Es decir, de las soldados kurdas que desde 2012 luchan contra el ISIS, el machismo y, ahora también (no se podía saber…), Erdogan. A inicios de 2018, según la agencia Reuters, esta organización militar (también conocida como la Unidad de Defensa de la Mujer) ya contaba con más de 30.000 integrantes. Porque esa es la única condición para pertenecer a la organización militar YPJ (siglas en kurdo): ser mujer. «El ISIS nos teme más a nosotras que a un hombre», explican. Y es que los yihadistas consideran que si mueren en manos de una mujer irán directamente al infierno (donde se merecen) y no alcanzarán el supuesto Paraíso. Por ello, y también porque reivindican y se enorgullecen de ser diferentes a los hombres y no desean parecerse a ellos, las soldados kurdas emplean símbolos de la indumentaria femenina como arma psicológica. Adornarse con coloridos fulares en el cuello o como faja en la cintura o maquillarse les sirve para que las distingan en el campo de batalla y sus enemigos tiemblen. Y cada mañana, antes de salir de misión, todas ellas se ayudan a peinarse y trenzan su pelo. El ritual visual de vinculación femenina que recrean al entrelazar sus cabellos unas a otras y representar su unión es tan hechizante como poderoso. Si caen en batalla, después de degollarlas, los yihadistas cortan sus trenzas para deshacer el supuesto embrujo de unión entre las mujeres. Y que queréis que os diga, no se me ocurre mejor peinado como homenaje de vinculación con las mujeres, la feminidad y su lucha. También como muestra visual de denuncia y exigencia de apoyo internacional inmediato de todos los gobiernos occidentales con la YPJ.
Os dejo algunas de las fabulosas imágenes que tomó la fotoperiodista brasileña Fabiola Prado y este cartel donde la trenza de las soldados kurdas barre al ISIS. ¡Vivan las trenzas!