Confieso que analizar «la nueva» imagen de Anna Gabriel en Suiza me genera cierta pereza. Porque aunque la estrategia de comunicación estética emprendida por la exdiputada de la CUP es tremendamente reseñable, significativa e interesante; el ruido cavernícola, partidista y mediático de las últimas horas entorno a la misma sólo genera juicios precipitados, torpes, vacíos y faltones que opacan el verdadero fin del mensaje visual y provocan que la que aquí escribe deba justificar, o incluso pedir disculpas, otra vez por su trabajo (descodificar la comunicación no verbal) antes de proceder al examen. En fin, ahí va: SEGUIR LEYENDO