Apenas una semana después del atentado sufrido en pleno corazón de la ciudad, aterrizó un ejército de cardiólogos en El Prat. Aunque la coincidencia es absolutamente fortuita -si bien la cita médica estaba convenientemente anotada en la agenda de la capital catalana; el horror, aunque temido y por tanto esperado, siempre acontece imprevisible-, no deja de ser algo poética. SEGUIR LEYENDO