Charles Darwin fue uno de los pioneros en estudiar las expresiones faciales en su célebre obra La expresión de las emociones en los animales y en el hombre (1872). Quien se dedica al análisis del lenguaje no hablado está obligado a empatizar con los animales: con todos los animales, no sólo con el hombre. En mi trabajo no hace falta recurrir a Disney para ver hablar a los animales. Esta capacidad de escuchar lo que no se dice te hace especialmente sensible hacia cualquier ser que no pueda expresarse verbalmente. Y entonces es cuando una descubre que las diferencias entre especies no son tantas y que la supuesta superioridad humana (por lo menos en lo que a inteligencia emocional se refiere) está sobrevalorada. Porque quizá el resto de animales no hablen ni piensen, pero sienten y saben cómo comunicarlo. SEGUIR LEYENDO