¿Quién manda en Norteamérica?

Este vídeo es una auténtica joya para cualquier analista de comunicación no verbal. Demuestra perfectamente cómo la falta de dominio del lenguaje corporal te hace parecer ridículo y perder cualquier atisbo de poder que creyeras representar o proyectar.

¿Quién manda? El primero en acceder al escenario donde se va a realizar la foto de los tres líderes norteamericanos es Obama. Aunque el protocolo dictamine que es el anfitrión el que debe guiar a los invitados (pasa primero), la norma encuentra una sólida excepción en contextos laborales y diplomáticos: conduce (manda) el que más poder ostenta. En este caso, el presidente de EEUU pasa por delante de Trudeau (anfitrión). Podría caber la posibilidad de que hubieran accedido según el orden que van a tomar en la fotografía (Trudeau, en el centro); pero siendo sólo tres, el canadiense no hubiera tenido mayor problema para colocarse una vez arriba. Además, es Obama el que les marca cuando saludar a las cámaras.

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El poderoso no se apresura El presidente mexicano es el que sale más perjudicado en este encuentro: no sabe proyectar poder. Tras Obama y Trudeau, Peña Nieto (siempre desplazado) sube las escaleras corriendo (no dando saltitos= «intentando resultar ágil». El mexicano corre= «no los alcanzo»). La persona poderosa jamás se apresura, no tiene necesidad (un líder sosegado que tenga todo bajo control). Más cuando uno mide su poder con la sofisticación pausada, casi felina, de los gestos de Obama.

Reconquista Pese a la admiración que siente por Obama, Trudeau precisa tomar las riendas de la situación. Aún estando colocado en el centro, el estadounidense le roba todo el protagonismo. Así que el canadiense abre las piernas para conquistar poder (cuanto más espacio ocupas, más seguridad sientes), dicta el final del saludo a los medios y toma por la espalda a sus homólogos.

Perder el contacto visual Es en ese mismo momento, cuando el presidente mexicano comete el segundo gran error: pierde el contacto visual con sus compañeros y decide mirar el paisaje de fondo. Mientras, Obama ya le presta la mano a Trudeau para el saludo – excelente placaje no verbal del estadounidense (se adelanta) para combatir el golpecito en la espalda del canadiense. Trudeau le da la mano a Obama y Peña Nieto queda fuera de juego (otra vez, desplazado). Al percatarse, en vez de esperar a que los otros dos acaben, el mexicano comete el tercer error (estupidez): mete las manos en medio para que alguno de ellos lo acoja (desespero).

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Las caras Si la cara de Peña Nieto refleja perfectamente la actitud infantil que lo ha llevado a provocar tan ridícula situación, la de Obama es de asombro («What the fuck, man?!»). Trudeau, como anfitrión, pretende no dejar mal al mexicano y decide complacerlo pero sin soltar (ofender) al estadounidense. Las manos se entrecruzan y la escena acaba resultando de chiste. Porque encima a Peña Nieto (cuarto error) se le ocurre, en mitad del saludo con Trudeau, ofrecerle la otra mano a Obama. El estadounidense, por educación, responde pero sin dejar (ofender) a Trudeau. Finalmente, es el canadiense el que los suelta y les da un golpe en la espalda como consentimiento a que se saluden entre ellos libremente. Aunque todos sonríen para quitarle hierro (idiotez) al momento, Peña Nieto baja la cabeza (sabe que ha sido culpa suya).  Obama, incómodo y avergonzado, le da un par de golpecitos en el hombro a Trudeau (tío, acabemos esto ya).

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Pasa tú. No, tú… Una cosa es pasar primero (adelantarse) y otra cosa es que te dejen pasar… El poderoso puede permitirle pasar al subordinado (o a la persona que ocupe un lugar más débil dentro del grupo) y lo hace extendiendo el brazo (te concedo el lujo). De ahí que al bajar del escenario, ninguno de los tres quiera descender primero y los tres empiecen a cederse el paso (lucha de poder muy típica entre varones). Como Peña Nieto siempre está desplazado, aguarda a los otros dos. Trudeau le cede el paso a Peña Nieto y Obama le cede el paso a Trudeau. Peña Nieto, baja (corriendo… ¡¡¡¿¿¿¿pero qué le pasa a este hombre????!!!!). Obama le da permiso a Trudeau para que pase y antes que el canadiense le devuelva la concesión, el estadounidense le realiza un nuevo placaje no verbal: se gira y le invita a admirar el paisaje. A todo esto, Peña Nieto retrocede (insisto, no es falta de cortesía de los otros dos sino que él desconoce totalmente el protocolo diplomático y se automargina) y vuelve a trepar.

Altura La conversación sobre las vistas la mantienen Obama y Trudeau. Algunos pensarán que es una cuestión de confianza en el idioma, pero estoy convencida que el mexicano lo domina perfectamente (o mucho más que el lenguaje corporal). Sí es cierto que ante dos personas altas, el bajito queda en desventaja. Repito: cuanto más espacio se ocupe (a lo ancho o a lo alto), más seguridad (de ahí las alzas en el calzado masculino o los tacones vertiginosos en las mujeres). Aún así, la estatura modesta (como todo en general) se compensa con carácter (y es ahí donde se muestra frágil Peña Nieto).

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Intentar corregir El mexicano espera unos segundos (incluso cruza los brazos = se excluye) hasta que intenta introducirse en la conversación. Pero cuando señala a un lugar (intentando mimetizar su lenguaje corporal con el de sus compañeros) ya es tarde: Obama ha decidido que se acabó (se ha sacado la mano del bolsillo y ha redirigido su cuerpo hacia la salida). Peña Nieto, rectifica su sumisión anterior, y le cede el paso a Trudeau (en mi opinión, pasa para que el mexicano no siga humillándose más). Lo intenta con Obama, pero eso es algo que un presidente estadounidense jamás hará. Obama lo hace bajar primero.  

 

 

 

 

150 150 Patrycia Centeno