Reivindico «l’espardenya de ballar sardanes»

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Lo más chocante del caso es que el que firma el artículo ostente el cargo de cap de premsa, comunicació i PROTOCOLNo dispongo de imágenes sobre el sujeto para apreciar su estilismo pero imagino que para dar lecciones de protocolo indumentario clásico, Josep Maria Amargant i Codina irá hecho un pincel. Debe ser el Cary Grant de la Diputación de Girona; quizá no por el físico, pero sí por la elegancia y la sofisticación que trata de imponerle a Lluc Salellas… Y si es verdad lo que afirma en su artículo -aunque, de momento, no me dispone el hombre demasiada confianza- reprendo a  Salellas por las bermudas (infantilizan), por el verde (no le favorece a nadie, a no ser que fuera un verde oliva o militar y colara como revolucionario) y, sobre todo, por mostrar su ropa interior en público (si se le llama ropa interior es por algo). Burgués o no, el cupaire ha tenido un magnífico ejemplo estético en casa (su padre fue Sebastià Salellas) y todo esto es muy probable que ya se lo sepa. 

Ahora bien, aplaudo fervorosamente la elección de la espardenya de Salellas. Es más, hace años que defiendo, que debería oficializarse como calzado diplomático estival en Catalunya (requisito imprescindible para los que se disponen a crear la Cuqui República Catalana). Y me inquieta ese tono burlón, despreciativo y peyorativo que utiliza Amargant i Codina para referirse a la alpargata catalana. ¡Hasta ahí podíamos llegar! La espardenya catalana (según la zona geográfica, varía el modelo) es uno de los calzados más cómodos y estilosos del mundo, tanto para hombre como para mujer. De origen campesino y rural, la alpargata de yute y lona sirvió durante la Guerra Civil española para calzar a los soldados rasos (a los humildes, de uno y otro bando). La de veta, que usted llama de «sardanas», es además la pieza protagonista de «Aplastemos al fascismo», de Pere Català, considerada una de las mejores fotografías propagandísticas del siglo XX. Políticos como Lluís Companys la elegían blanca y la combinaban, en los meses más cálidos, con sus mejores trajes de lino. Y ya a mediados del siglo XX, se convirtió en signo indumentario de distinción para intelectuales y celebridades: Dalí, Picasso, Coco Chanel, Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Grace Kelly, John y Jackie Kennedy… ¿Sigo? Quizá para convencer al Cap de premsa, comunicació i protocol de la Diputació de Girona sea más efectivo anotar que Hermès, Prada y muchísimas firmas de lujo se sirven de la artesanía española para versionarlas (mínimamente) cada temporada y venderlas a precios prohibitivos. Sin embargo, las de 13 euros adquiridas en las viejas alpargaterías de pueblo, causan todavía mayor entusiasmo. Por una razón bien sencilla: son las más auténticas. 

150 150 Patrycia Centeno