El pañuelo de cuatro puntas de Lluís Companys

Advirtiendo en lo que me iba a acabar convirtiendo, supongo, yo era de las que estudiaba la historia interesándome por la indumentaria de cada uno de los personajes que, durante mis años de primaria y secundaria, mis profesores me fueron presentando en una de mis asignaturas favoritas. Y ahí, entre muchos otros, sentí especial curiosidad por el vestir de Lluís Companys. Leí distintas biografías que encontré en las bibliotecas públicas de Cardona y Manresa sobre el president y me entusiasmé con la de detalles que adjuntaban todas ellas sobre su cuidada indumentaria…

Lluís Companys entró en la sala del juicio arrastrando los pies lentamente. Le fue imposible calzarse las alpargatas de lona blanca porque, según atestiguó un capitán de la Guardia Civil, las torturas le habían hinchado terriblemente los tobillos. El president vestía el mismo traje estival cruzado gris claro de finas rayas y la camisa blanca con los que había sido detenido por los nazis el 13 de agosto de 1940 en Francia. Pero lo más enternecedor es que se hubiera molestado en lucir su complemento más característico: un pañuelo cuidadosamente doblado para destacar las cuatro puntas que llevaba desde su juventud y que en los años 20 identificaba a los bohemios que frecuentaban el Paral·lel.

El día que lo ejecutaron, ahora se cumplen 75 años, Companys no quiso que le vendaran los ojos ni colocarse de espaldas. Tan solo pidió descalzarse. Según se interpretó, para morir en contacto con la tierra catalana. El teniente que lo fusiló -y que por temblarle el pulso necesitó varios disparos para rematarlo- pidió quedarse con el sempiterno pañuelo de cuatro puntas de Companys. No se lo permitieron. Cuando a su familia le entregaron el cuerpo, su hermana Ramona se enfrentó a los militares para poder cambiarle el traje ensangrentado y enterrarlo con uno limpio.

150 150 Patrycia Centeno