Llevo todo el día en el coche y sólo había podido escuchar la respuesta de Rajoy en Onda Cero radiofónicamente. Ahora, después de visualizar dos vídeos distintos que he localizado en la red (diferentes planos), este es mi breve análisis no verbal de la anécdota (despropósito) del día.
1. Metódico. El presidente enumera las tres identidades de un catalán con los dedos («un catalán hoy es catalán, español y europeo) y marca con una mano (gesto característico de cualquier político para que nos concentremos en aquellas cuestiones que él determine importantes) el resto del discurso («Lo que algunos pretenden pedirle a la gente es que renuncie a su condición de español y europeo. Es un disparate. Y sus derechos como españoles y europeos, ¿por qué tienen que perderlos?»). Sin embargo, el lenguaje facial (totalmente inexpresivo) no acompaña al mensaje verbal. Ni los ojos ni la boca demuestran pasión alguna por lo que está defendiendo. Es un mensaje estudiado y que repite por inercia, sin más.
2. Defensa y nerviosismo. Cuando Alsina le puntualiza («La nacionalidad española no la perderían…»), Rajoy tiene los brazos cruzados (protección, defensa). Conforme escucha la reflexión del periodista, el presidente pone cara de sorpresa (se dilatan los ojos), aprieta el bolígrafo que esconde en una de sus manos (recurso para oradores principiantes…) y empieza a mover las piernas bajo la mesa (nerviosismo).
3. Derrota. Le llega el turno a Rajoy: debe decir algo pero no tiene respuesta. Abre los brazos (rendición, me ha vencido) pero su cerebro le impide rápidamente verbalizar la derrota y alarga un «Puesssssssssss....». Resuelve el conflicto (desconocimiento) lanzando otra pregunta («¿Y la Europea?»). Aprieta los labios (victoria, he sido capaz de rebotar la pelota) pero la satisfacción sólo dura una milésima de segundo…
4. Sorpresa. Alsina sí tiene respuesta. Rajoy frunce el ceño (reservas, desconozco esa información), sigue con los ojos dilatados (sorpresa) y agita todavía más la pierna. Alsina se da cuenta de que se acaba de merendar al jefe del ejecutivo español y se le empieza a escapar una sonrisilla (resabiada, pícara y maliciosa) que trata de ocultar (por respeto, es un invitado) mordisqueando un boli.