Pocos quedan ya, en un país bipartidista como el nuestro, que no reconozcan que entre el Partido Popular y el Partido Socialista español no existen apenas diferencias. Por lo tanto, no es preciso ni siquiera que el propio Felipe González, aquel que un día renunció a la pana y a las coderas para rendirse al traje y la corbata, pronuncie palabra alguna para confirmar tal mimetización ideológica como hizo anoche en el programa de Ana Pastor. Sin embargo, ayer, analizando el atavío de populares y socialistas en sus respectivos mítines para las europeas era todo tan evidente, tan repetitivo. Me refiero a que hasta hace poco el único resquicio que le quedaba a un asesor de imagen político para diferenciar a su candidato y su formación era su indumentaria informal. Lejos del traje diplomático occidental con el que se uniformizan a diario, el fin de semana era una fantástica ocasión para que los aspirantes y representantes pudieran transmitir su estilo, su personalidad, su carácter, sus anhelos, sus valores, su convicciones, sus gustos… Ahora, parece que el jean -a lo más, unos chinos- con camisa blanca es el dress code electoral casual. Con tal panorama, las obviedades ideoestéticas de Susana Díaz pueden antojarse originales (hacerse con todas las blusas en las que aparezca una rosa -socialista- y combinar el blanco y el verde -andalucista-) igual que un tí@ barbudo en Eurovisión;)
De eso nada monada, el Pepe y el pesoe se parecen como un huevo a una castaña. Mientras los peperos dan todo el dinero a los poderosos el pesoe se lo daba a los pobres. Luego dicen que derrochaban, pero ustedes creen que derrochar es dar medicinas al que no tiene nada para comprarlas…