Como si el destino quisiera advertirme de la que se nos avecina, hoy he abandonado la playa porque un grupo de adolescentes alemanes me ha invadido llevándose consigo la paz en la que tanto he estado trabajando últimamente. Además de la contaminación acústica, esos germanos se han apoderado de todo mi territorio, teniendo espacio de sobras, para jugar a las palas. La pelotita de las narices ha caído cuatro veces en mi espacio vital. Entre bola y bola he recordado que hoy eran las elecciones germanas y eso ha incrementado mi enfado. Como si tratara de defender nuestros intereses nacionales de ese gen imperialista que recorre la sangre de esos cuerpos corpulentos de piel blanchuca, he cogido mis bártulos y me he colocado en medio de su campamento principal. Mi idea era no moverme de allí hasta demostrar que no todos somos los peleles de ZP y Rajoy. Lamentablemente, los compatriotas de Merkel han seguido como si la cosa no fuera con ellos y, aunque me cueste reconocerlo, he cedido. Eso sí, me ha acordado de todos sus ancestros. No habrán entendido palabra, pero de momento, aquí aún no se habla ese bruto código lingüístico que los alemanas utilizan para entenderse entre ellos.
He aquí las pintas que han escogido los dos candidatos con más posibilidades a gobernarnos… No sé si me da más miedo Merkel o Steinbrück. La mujer del socialdemócrata tampoco se queda corta en mi sobresalto.
Haberle espetado un «geh zum Teufel», así los mandas al infierno y se enteran seguro… 😛
Un saludo desde el país del sol naciente. 🙂